Covid19 – ¿Una oportunidad perdida? Por ahora…

Y, por fin, después de 2 intensos años podemos decir que la vida está volviendo a la normalidad. Lo pensábamos el año pasado, pero ahora podemos decir que aquéllo no era verdad. Continuar llevando la mascarilla no se parecía a la realidad y más cuando confiábamos en ir saliendo y llegó ómicron.

Pero ahora, ya podemos decir que sí estamos más cerca de la realidad, que no llevamos la mascarilla casi ni en el bolso/bolsillo y sólo nos la tenemos que poner en contadas ocasiones. Y con esta cercanía a lo que conocíamos como verdadera realidad, llega el momento de reflexionar sobre la frase que se nos grabó a fuego: De ésta saldremos más fuertes.

¿Es así? ¿Se puede afirmar categóricamente?

Para ello, tenemos que recordar cómo era nuestra vida antes del Covid, que se podía resumir en: levantarse, desayunar, vestirse, elegante de arriba abajo, meter a los niños en el coche, llevarlos al colegio, dejar el coche en doble fila, dejarlos en el cole, ir al trabajo, atasco, encontrar aparcamiento o dejar el coche en algún parking, trabajar X horas, coger el coche corriendo, ir a recoger a los niños, más atasco, más doble fila, alguna extraescolar, más atasco, más doble fila, llegar a casa, deberes, ducha, tele, cena, lectura y a dormir.

Una vida muy rígida, casi planificada al 100%, que cuando te encontrabas un obstáculo en el camino, casi era imposible de sortear.

Llegó la pandemia y, de repente, todo cambió, y nuestra vida se podía resumir en: ¿qué ocurrirá hoy? levantarse, desayunar, vestirse con vaqueros y un polo como mucho, llevar a los niños al cole andando porque está cerca y luego no voy al trabajo, me vuelvo a casa a trabajar, nada de atasco, nada de doble fila. Trabajo. Como en casa tranquilamente. Voy a por los niños al cole, andando, los recojo antes porque el horario es más corto, alguna extraescolar, trabajo mientras tanto, llego a casa, deberes, reviso correos, ducha, tele, cena, lectura y a dormir. Y se siguió sacando trabajo adelante y no paró (casi) nada.

Una vida totalmente diferente, bastante inesperada, porque nunca sabías qué te podía deparar el día, si una contagio estrecho y tenías que confinarte tú durante 10 días o un confinamiento de toda la clase. Pero también muy flexible, porque todos sabíamos que cualquiera podía tener un problema y teníamos comprensión máxima.

¿Y en clase? Los profes aprendiendo a usar Zoom, WebEx o Teams, Google Classroom o Raíces de la Comunidad de Madrid. Enviando convocatorias, documentos para imprimir y hacer en casa con los peques. Todo el mundo adaptándose como podía, a marchas forzadas, poniendo mucho de su parte, porque nadie daba instrucciones claras.

¿Adaptándose a qué? A eso que todos los TICs conocíamos, éramos unos auténticos convencidos, pero que nadie nos había permitido aplicar al 100%. Y tuvo que venir una pandemia para acelerar el experimento sociológico con el que todos los TICs habíamos soñado.

Después del verano de 2021, las empresas lo tenían claro -> hay que volver a la presencialidad. Y, de repente, llegó la variante ómicron y rompió todos los planes y hubo que dar marcha atrás.

¿Y ahora qué?

Después de tanto aprender, correr, adaptarnos y conseguir sobrevivir a todo lo que nos vino, ha llegado el momento de parar, mirar atrás y ver en qué punto estamos.

Vimos, por ejemplo, que el teletrabajo era una solución perfectamente factible, que nos aportaba muchas cosas positivas. Pero, a la vez, echábamos de menos ese contacto con nuestros compañeros, intercambio de ideas rápidas al pasar por su mesa o, simplemente, tomar un café, charlar y preguntar por los suyos. Porque no lo olvidemos, el ser humano es, ante todo, un ser social por naturaleza.

Vimos también, que las clases online son posibles, incluso para los más pequeños, siempre que tengan una duración muy concreta, no puedes tener a un estudiante pegado a una pantalla toda una mañana. Y no se prolongue excesivamente en el tiempo.

Y lo que vemos en los últimos tiempos es que las decisiones y los caminos que se están recorriendo nos están llevando a olvidar todo lo vivido y retroceder a marchas forzadas al mundo prepandemia:

  • Que las personas y sus circunstancias ya no importan.
  • Que el medioambiente no es tan importante, como llegar a la oficina.
  • Que la felicidad y el bienestar de los que nos rodean ha pasado a un segundo plano.

Se está volviendo nuevamente a esa rigidez de trabajar 4 días en la oficina y teletrabajar 1, o 3 y 2, hasta el punto de tener que firmar qué días vas a la oficina y qué días no vas. Como si el los niños decidieran ponerse malos justo el día que toca teletrabajar.

O como la Consejería de Educación ha decidido que el curso 2022/2023 o se hace clase semi presencial al 50%, es decir, quitar la mitad de las clases en el centro o presencial al 100%. Cuando se ha demostrado que las clases son necesarias, pero en ciertos casos concretos (idiomas), ayuda reducirlas, para apoyarse con material online.

¿Qué hemos aprendido?

Por tanto, hemos aprendido que el teletrabajo trae ventajas en muchos ámbitos: medioambiente, calidad de vida, conciliación, etc. Pero también que necesitamos ese contacto entre compañeros de trabajo, compañeros de clase, profesores, alumnos, que nos beneficia y ayuda y que no pueden suplir las nuevas tecnologías.

La flexibilidad es la que ha demostrado ser lo realmente eficaz y poder decidir, como personas responsables, cómo organizar los diferentes ámbitos de nuestra vida, porque ya se ha demostrado que lo podemos hacer y lo podemos hacer muy bien.